¡Ser Misionera!
Servir
a Dios a través de nuestros hermanos es lo mejor que podemos hacer.
Una
experiencia como la que un pequeño pero valiente grupo de estudiantes de
nuestro colegio acaba de vivir en el feriado de Semana Santa, es muy difícil
olvidar. La nostalgia al sentirnos lejos de la familia, la incertidumbre de
partir sin saber que nos esperaba, fueron las primeras emociones que en seguida
se reemplazaron por el deseo de conocer a la familia con la que compartiríamos
un techo y un pan. Muchas anécdotas que permanecerán imborrables: la triste despedida de unos
padres preocupados por el incierto destino de su hija, durante toda una semana,
se borró al instante en que una sonrisa de un pequeño de cuatro años recibía a
las “hermanitas misioneras” con las que por algunos días compartiría desde
lluvias y granizadas intensas, hasta largos y fatigados caminos en medio de un
ardiente sol.
Cambié
mis comodidades, mis diversiones e incluso se podría decir que a mi familia,
pero no me arrepiento de haberlo hecho porque esto es único, no se compara con
nada, y me enseñó a valorar a mis padres, mi tiempo y lo más importante a valorar
a mi Dios, mi religión y mi vida entera con todo lo bueno y lo malo que hay en
ella. (Redacción: Sofía Taipe)
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