La Semana
Santa es la conmemoración anual cristiana de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret, nos recuerda que hay alguien que a través de su
sangre a hecho de nosotros una joya especial que se sostiene únicamente con su
amor .
La
Semana Santa es un tiempo de reflexión, entrega, oración y
sobretodo arrepentimiento; es tiempo de recordar que hay alguien en el cielo
que dio su vida por nosotros y este es el ejemplo más notable de amor
incondicional, sin barreras, condiciones ni prejuicios.
Varias
veces nos dejamos consumir fácilmente por aquellas cosas vanas que nos oferta
el mundo actual y dejamos de tomar importancia al motor verdadero de nuestra
existencia; ese motor es el amor de Dios, el mismo que se manifiesta día a día
a medida en las cosas que son simples pero que están revestidas de grandeza
como el saludo diario, la amistad, el amor sincero, el perdón, el saber
compartir y más acciones que engrandecen la condición humana.
¿Por
qué Dios entregó a su único hijo para la salvación de nuestras culpas? La
respuesta la tenemos nosotros, desde el punto de vista que lo apreciemos; lo
cierto es que la muerte de Jesucristo tiene una finalidad salvadora para este mundo.
Y es que todo el que “crea en Él, “debe valorarlo como el Hijo de Dios y el
“alimento que permanece para vida la eterna”.
Nosotros debemos agradecer
desde lo más profundo de nuestros corazones esta muestra de amor infinito de
Dios para con nosotros, y mediante nuestras acciones positivas dar gracias,
aprovechar todo el cariño que nos ofrece, y amarlo del mismo modo que él
nos ama.
“El por amor nos entregó
a su propio hijo, nosotros por amor nos entregamos a Él.”