La obra de Mercedes de Jesús
Molina, fundadora de la Comunidad de Hermanas Marianitas, es un legado divino
que expande su amor misericordioso a cualquier sitio donde haya dolor humano.
Su labor misionera está en los cinco continentes, su espiritualidad, su ejemplo
de entrega a la obra de Jesucristo se conoce más allá de las fronteras riobambeñas
desde un 14 DE ABRIL DE 1873 cuando se fundó el denominado Instituto de Santa
Mariana de Jesús.
En este continuo caminar, las
hermanas de esta comunidad han sido las fecundas sembradoras de la palabra de
Cristo y ha llegado con su carisma hacia remotos lugares. Una de ellas, la Hna.
Matilde Rivera, visitó nuestra unidad educativa, el día martes 7 de febrero
para compartir con parte del personal docente su experiencia misionera ya la
vez motivar con su testimonio la labor de ser sembradores de fe y esperanza en
cualquier rincón de la tierra.
La Hermana Matilde es oriunda de
Bayushig, poblado ubicado en la Provincia de Chimborazo. Ella vive su vocación
misionera desde el año de 1999, cuando en compañía de la Hermana, también
marianita, Susana Rodríguez viajaron a Nekemte Ghimbir, en África e
iniciaron su apostolado en beneficio de huérfanos, niños de la calle, enfermos
de polio y mujeres; su trabajo abarcó también la labor educativa en una escuela
y un kindergarten que pasó a ser de la dirección de las hermanas marianitas.
Actualmente la Hermana Matilde está
al frente de la misión Turkana, obra misionera ubicada en el norte de Kenia y
que se ocupa de 15 guarderías con un promedio de cien niños cada una; estos
niños de dos a seis años, por lo general huérfanos, pertenecen a familias
nómadas del sector o de la tribu con sus distintos clanes; ellos reciben de
parte de las Hermanas Marianitas el cuidado, alimentación y protección en salud
a través de una clínica móvil. Esta acción se fortalece con el apoyo de maestros
improvisados con habitantes de la misma tribu; por lo general son personas que
apenas han terminado el ciclo escolar, pero que apoyan la labor educativa del
resto de su comunidad.
En vista de la pobreza extrema de
la región, las hermanas crearon el proyecto FIDIM PROGRAM que permite alimentar
a los escolares que llegan a estos centros educativos pero que no cuentan con
una ración mínima de alimento. A través
de esta ayuda se consiguió sustentar a un promedio de doscientos niños que
reciben sus raciones por lo menos durante tres días a la semana.
Como parte de su amplia faena
misionera, la Hermana Matilde, nos narró sobre el inició del programa de ayuda para
niños de la calle. ABDI BORI “Esperanza
del mañana”, empezó cuando las religiosas encontraron a tres niños durmiendo en
unos canales de agua al filo de un
camino. Los tres pequeños, portadores de
SIDA, fueron inspiración para, con la
ayuda de una familia de la Iglesia Adventista, iniciar el apoyo a este grupo
desposeído. Para el momento este programa beneficia a un promedio de 120 niños.
Otro proyecto de ayuda impulsado
por las Hermanas Marinitas es el Programa de Promoción de la Mujer, GHIMBI
WOMEN PROMOTION, que arrancó en el año 2000, este se encarga de facilitar
microcréditos previo a la organización de grupos de mujeres que buscan generar
ingresos económicos para mejorar la familia y de esta manera permitir que sus
hijos accedan a las escuelas. Estos grupos femeninos se convirtieron en
cooperativas. Iniciaron con un número de siete, cada uno con treinta y dos
mujeres. Para el 2017 existen 39 grupos
que mediante esta actividad han mejorado su calidad de vida y se han insertado
en el medio productivo dando esperanza y mejores días a sus familias.
En vista de la extrema sequía y
la poca agua con la que cuenta Turkana, nuestras misioneras, con el apoyo de voluntarios Israelíes han facilitado
la perforación de pozos de agua para así generar un tipo de cultivo acorde a la
zona. Con este programa de agricultura se pretende mitigar el hambre y la
escasez de alimentos que son parte de las hondas necesidades que padecen estos
habitantes.
Esta breve plática con la Hermana
Matilde Rivera ha sido una pequeña aproximación a dieciocho años de esfuerzos
que se expresan en la mejora de la calidad de vida de muchísimas familias. Son tantas las personas
que de seguro han sentido la mano generosa de las Marianitas, un rosal de
ternura y misericordia que también nos llama a ser parte de este compromiso de
solidaridad. Seres humanos como Matilde Rivera, como Susana Rodríguez y tantas nuevas
misioneras marianitas cuyas vocaciones aparecen ahora en aquella remota África
nos dicen que Dios aún tiene fe en la humanidad porque aunque reine la injusticia,
el desamor o la indiferencia, existen
corazones misericordiosos que alumbran el camino de tantos desposeídos.
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