viernes, 10 de febrero de 2017

Un testimonio de amor al servicio de los más necesitados



La obra de Mercedes de Jesús Molina, fundadora de la Comunidad de Hermanas Marianitas, es un legado divino que expande su amor misericordioso a cualquier sitio donde haya dolor humano. Su labor misionera está en los cinco continentes, su espiritualidad, su ejemplo de entrega a la obra de Jesucristo se conoce más allá de las fronteras riobambeñas desde un 14 DE ABRIL DE 1873 cuando se fundó el denominado Instituto de Santa Mariana de Jesús. 

En este continuo caminar, las hermanas de esta comunidad han sido las fecundas sembradoras de la palabra de Cristo y ha llegado con su carisma hacia remotos lugares. Una de ellas, la Hna. Matilde Rivera, visitó nuestra unidad educativa, el día martes 7 de febrero para compartir con parte del personal docente su experiencia misionera ya la vez motivar con su testimonio la labor de ser sembradores de fe y esperanza en cualquier rincón de la tierra. 

La Hermana Matilde es oriunda de Bayushig, poblado ubicado en la Provincia de Chimborazo. Ella vive su vocación misionera desde el año de 1999, cuando en compañía de la Hermana, también marianita,  Susana Rodríguez  viajaron a Nekemte Ghimbir, en África e iniciaron su apostolado en beneficio de huérfanos, niños de la calle, enfermos de polio y mujeres; su trabajo abarcó también la labor educativa en una escuela y un kindergarten que pasó a ser de la dirección de las hermanas marianitas.

Actualmente la Hermana Matilde está al frente de la misión Turkana, obra misionera ubicada en el norte de Kenia y que se ocupa de 15 guarderías con un promedio de cien niños cada una; estos niños de dos a seis años, por lo general huérfanos, pertenecen a familias nómadas del sector o de la tribu con sus distintos clanes; ellos reciben de parte de las Hermanas Marianitas el cuidado, alimentación y protección en salud a través de una clínica móvil. Esta acción se fortalece con el apoyo de maestros improvisados con habitantes de la misma tribu; por lo general son personas que apenas han terminado el ciclo escolar, pero que apoyan la labor educativa del resto de su comunidad. 

En vista de la pobreza extrema de la región, las hermanas crearon el proyecto FIDIM PROGRAM que permite alimentar a los escolares que llegan a estos centros educativos pero que no cuentan con una ración mínima de alimento.  A través de esta ayuda se consiguió sustentar a un promedio de doscientos niños que reciben sus raciones por lo menos durante tres días a la semana.

Como parte de su amplia faena misionera, la Hermana Matilde, nos narró sobre el inició del programa de ayuda para niños de la calle.  ABDI BORI “Esperanza del mañana”, empezó cuando las religiosas encontraron a tres niños durmiendo en unos canales de agua  al filo de un camino.  Los tres pequeños, portadores de SIDA,  fueron inspiración para, con la ayuda de una familia de la Iglesia Adventista, iniciar el apoyo a este grupo desposeído. Para el momento este programa beneficia a un promedio de 120 niños. 

Otro proyecto de ayuda impulsado por las Hermanas Marinitas es el Programa de Promoción de la Mujer, GHIMBI WOMEN PROMOTION, que arrancó en el año 2000, este se encarga de facilitar microcréditos previo a la organización de grupos de mujeres que buscan generar ingresos económicos para mejorar la familia y de esta manera permitir que sus hijos accedan a las escuelas. Estos grupos femeninos se convirtieron en cooperativas. Iniciaron con un número de siete, cada uno con treinta y dos mujeres. Para  el 2017 existen 39 grupos que mediante esta actividad han mejorado su calidad de vida y se han insertado en el medio productivo dando esperanza y mejores días a sus familias. 

En vista de la extrema sequía y la poca agua con la que cuenta Turkana, nuestras misioneras, con el  apoyo de voluntarios Israelíes han facilitado la perforación de pozos de agua para así generar un tipo de cultivo acorde a la zona. Con este programa de agricultura se pretende mitigar el hambre y la escasez de alimentos que son parte de las hondas necesidades que padecen estos habitantes.    

Esta breve plática con la Hermana Matilde Rivera ha sido una pequeña aproximación a dieciocho años de esfuerzos que se expresan en la mejora de la calidad de vida  de muchísimas familias. Son tantas las personas que de seguro han sentido la mano generosa de las Marianitas, un rosal de ternura y misericordia que también nos llama a ser parte de este compromiso de solidaridad. Seres humanos como Matilde Rivera, como Susana Rodríguez y tantas nuevas misioneras marianitas cuyas vocaciones aparecen ahora en aquella remota África nos dicen que Dios aún tiene fe en la humanidad porque aunque reine la injusticia, el  desamor o la indiferencia, existen corazones misericordiosos que alumbran el camino de tantos desposeídos.
















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